jueves, 29 de diciembre de 2016

Madera y fuego


Lidia me regaló estas palabras que fueron mías y no las recordaba


Le di la cara a lo profundo del río ¡amigos míos! Haber sangrado en agua dulce, en barro; haber sido herido por los insectos alados; haber bebido junto a ustedes, músicas y humos; haber obstruido, en la orilla, el paso del viento y la oscuridad. Ya clareaba y las gotas estaban predestinadas a caer sobre cada uno. Así los oráculos de madera y fuego. Así también la canción, obstinada en hundirse primero en la garganta y luego en el cielo. Un manto de cueros. Pan. A la deriva los camalotes y los cuerpos desbarrancándose. ((Después reunidos en el patio, bajo un techo de flores rosadas, Lidia se pintaría los labios; Inés sería un hada siempre perfecta Para las fotografías. Coca nos abrazaría Con las paredes de la casa natal; Gerardo nos guiaría por el filo de las barrancas otra vez hasta la orilla del río. Todos, así, predestinados Por el dios de la poesía))