domingo, 3 de agosto de 2008

Poema de María Krill




Chimeneas.
Descarne que precede al cielo.
La figura humana se deshizo.

Estoy en los pasillos secos,
polvo que alumbra la mitad de la noche
soy también
pequeña piedra
que golpea los músculos,
mármol sobre la identidad
y las nubes del silencio.

Caminemos atados de las manos
que el miedo está y desaparece,
que el ruido está y desaparece,
que desaparece la otra parte
y el aire que se busca
y el amor que se va a destiempo,
y el hijo
y el otro que no es el hijo
y desaparece,
y la mujer desnuda
y el que no conozco, pero es el mismo
que aquél, el temblor,
el feto descuidado sobre las mesas,
el sexo abierto como una bolsa
sin muerte ni dolor, sólo desaparece.

En fila al desarmadero de voces,
perros aúllan,
ellos vestidos de negro,
un número en el humo que precede,
piedra del azar en la cuna sombría.

De pie,
todos de pie antes,
antes que arda el pelo guardado entre las uñas,
antes que el agua amanezca
donde se secó la noche,
antes y después de cada desbarranco,
de la acumulación de fósforo,
de los que vimos llorar,
de los que vimos.


MARIA KRIL

Imagen: Luis Felipe Noé

miércoles, 16 de enero de 2008

Oda a Camila


El aire se atormenta
ante tanta hermosura desatada,
Camila, cuando atenta
te arrojo mi mirada
y en la pantalla queda cautivada.

Es por tu don divino
que el alma que en deseo esta sumida
tiende a extraviar el tino
y se siente perdida
las cosas desconoce,
y no sabe del día y de la hora
solo persigue el goce,
tu imagen floreciente y tentadora.

Traspasa el aire todo
hasta llegar feliz a cada esfera
sin reparar el modo,
la senda valedera,
ánima, que porfía y desespera.

Vé cómo el gran maestro
que con tanta pericia te ha flimado,
con movimiento diestro,
produjo lo más bello que he mirado,
una escena como esta
merece mil desbordes
y me envía
a quedar sin respuesta,
a moverme sin guía,
a perder la dulcísima armonía.

Es Camila que entrega
todo un mar de dulzura y finalmente
el alma alli se anega
y ningún accidente
extraño y pregrino oye o siente.
¡Oh desmayo dichoso!
¡Oh muerte que das vida!
¡Oh dulce olvido!

Y verlo es asombroso
y se nubla el sentido
¡Cuanto sobrio eremita que ha cedido
a tu fuerte reclamo!
Se han renido sin más, sabios ascetas,
y olvidados de su amo,
en sus horas secretas
tiemblan ante la gloria de tus tetas.

Corolario

¡Que no te insulten más naturaleza!
La carne es pudrición y maravilla,
tan compleja y te tildan se sencilla
tan colosal, tan pródiga, tan rica,
que cuando la ficción te magnifica,
el cuerpo se trasciende en su belleza.

Lic. Graciela Tustanoski, Principessa Di Ramos